lunes, 2 de enero de 2012

EL HEREDERO - Entrega Primera

El Heredero busca su futuro inminente mientras cae al abismo de su propia existencia. Nada desconsolado en un mar de turbias aguas solo para darse cuenta que se encuentra en el medio del desierto. Solo. Desconcertado. Al borde del llanto. Caminando por esa fina linea que divide la cordura de la locura.

En las afueras de la ciudad solo permanecen en pie las ruinas de lo que alguna vez trató de ser, una gran catedral de sobriedad sin pereza, para aquellos que intentan disfrutar de la buena vida sin anestesia, porque la anestesia es para los débiles, y en esta Metrópolis los débiles no tienen permiso ni derecho a ingresar; por el contrario, son colgados en la plaza central frente a una multitud sedienta de sangre que grita que quieren más, el Pueblo siempre quiere más sangre.

Si el Pueblo pide sangre, el Emperador les da sangre. El Emperador es un demagogo que no quiere perder su poder.

Lo que el Emperador no sabe es que el Heredero viene avanzando a paso lento, muy lento pero firme, para reclamar lo que su sangre exige.

Poder.

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