martes, 24 de enero de 2012

EL HEREDERO - Entrega Tercera

El Lucrador está a la espera de algún síntoma de debilidad. Aguarda allí, detrás de su lujoso altar, por algún alma en pena que le de comer, según se comenta por las calles de la Metrópolis, el Lucrador es una especie de Vampiro que se alimenta de las almas de los ingenuos.
El Heredero ingresa al recinto, a su alrededor todo es lujo, oleos caros, estatuas, murales, oro, oro y más oro.
- Disculpe - dice - Pero ya no se en quien creer.
- Ah - responde el Lucrador - Vino usted al lugar justo.
- No lo escuches - una voz sensual se oyó por detrás de una puerta lateral - Solo trata de engañarte. Ven conmigo.
La orden fue como la voz de una sirena, hipnótica, imposible de negarse. El Heredero caminó hacia ella mientras podía oír a sus espaldas los insultos del Lucrador.
- Él no es el Sacerdote - dijo mientras se acomobada el vestido la Dama de Blanco - Es solo un impostor bien logrado, como todo en la Metrópolis.
- ¿Cómo?
- Tienes mucho que aprender sobre la Metrópolis. Te estaba esperando, el Sacerdote me habló mucho de ti. Por desgracia no soy la única que te estaba esperando.
En las afueras del Palacio se escuchan gritos de tortura. El Emperador no tiene resguardo alguno a la hora de hacer hablar a sus informantes.
- ¡¡Juro que solo lo vi llegar!! - suplicaba la víctima - ¡¡Ingresó en la Catedral!!
El Emperador hizo un gesto con sus dedos y segundos después la cabeza de la víctima estaba rodando por el suelo. Su orden fue clara. - Mátenlo.
El Heredero y la Dama de Blanco iban camino al Ghetto, un lugar que hacía años no se utilizaba y que serviría muy bien como guarida. Camino allí, el Heredero volvió a oír ese susurro distante en el viento, la voz de un anciano.
- ¿Heredero de qué? - decía la voz.
- ¡¡No lo sé!! - gritó a la nada.
- ¿Estás bien? - se preocupó la Dama.
- No lo sé - murmuró muy bajito.

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